HARFUCH habla por primera vez: “ASÍ ACAB*RON con CARLOS MANZO”
Carlos Manzo contaba con protección oficial desde diciembre del 2024. En mayo de este año, su esquema de seguridad se reforzó con más elementos y vehículos de la Guardia Nacional. La seguridad inmediata corría a cargo de personal de la policía municipal de su confianza, mientras que 14 efectivos de la Guardia Nacional vigilaban la periferia.
El 2 de noviembre de 2025, Uruapan vivió un Día de Muertos distinto, marcado por pólvora y tragedia. En medio del festival de las velas, un disparo rompió el aire festivo y la plaza se convirtió en escenario de un crimen público. Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, cayó herido frente a cientos de ciudadanos. Fue trasladado de urgencia al hospital y murió poco después.
La brutalidad del ataque no era un rumor ni un accidente. El atacante se movió entre la multitud, esperó el momento del pregón y actuó con precisión calculada. Uno de los agresores fue abatido y otros dos detenidos, según informó el gabinete de seguridad. Omar García Harfuch confirmó que el alcalde contaba con un esquema de protección reforzado y que se están recabando todas las líneas de investigación, incluyendo videos del C5 y testimonios de testigos.

¿Cómo se rompe un cerco de seguridad anunciado como sólido? ¿Quién conocía los huecos y quién los filtró? El asesinato de Manzo no es un hecho aislado; Uruapan, Michoacán, vive asediado por grupos que disputan rutas, plazas y poder. Meses antes, el alcalde denunció la presencia de estructuras criminales y empujó una retórica de confrontación que lo convirtió en blanco.
El día del crimen, la plaza estaba llena de familias, velas, música y recuerdos de los muertos. Pero en medio de ese ritual, un hombre abrió fuego contra la autoridad local. La escena quedó registrada en cámaras, celulares y el circuito de vigilancia. Entre los heridos estaba un regidor y parte de la escolta del alcalde. La rapidez de los hechos y la magnitud del ataque revelan planificación, precisión y conocimiento interno.
Manzo había denunciado públicamente amenazas y pidió que la policía municipal actuara con fuerza legítima frente a hombres armados. Solicitó apoyo federal y refuerzos adicionales, pero el evento masivo mostró vulnerabilidades. El ataque fue directo, estudiado y simbólico: elegir el Día de Muertos no fue casualidad. Fue un mensaje de terror, un acto que buscaba transformar un altar de memoria en escenario de violencia.
Desde la capital, Harfuch explicó que los agresores aprovecharon la vulnerabilidad natural de un evento público, pese a la protección oficial. Se recaban grabaciones de comercios, videos del C5, se analizan trayectorias, puntos ciegos y tiempos de reacción. Detrás del tirador puede haber rutas, permisos y coberturas que todavía no se esclarecen. La investigación sigue, y cada pista apunta a un entramado más amplio que involucra dinero, territorio y poder político.
El asesinato dejó preguntas que retumban en toda la ciudad. ¿Quién autorizó la agenda del alcalde ese día? ¿Quién sabía la hora exacta del pregón? ¿Quién recogió los casquillos y custodió los videos originales del evento? Cada silencio puede delatar un pacto; cada respuesta puede mover una pieza en este rompecabezas de poder, corrupción y crimen.
El crimen tuvo un efecto inmediato en Uruapan. El duelo oficial transcurrió entre discursos y condolencias, pero la ciudad exigía acción concreta. Comercios bajaron cortinas, familias evitaron la plaza, y la vida cotidiana se tensó. Las primeras hipótesis apuntan a tres líneas: represalia de plaza, castigo político o sabotaje interno. Ninguna explicación se sostiene sola, todas se interconectan.
Los expedientes analizan rutas, armas, llamadas y la posible participación de terceros. La fiscalía busca a los autores intelectuales, mientras que los detenidos y el agresor abatido forman parte del rompecabezas. La política y el crimen se entrelazan, y la plaza de Uruapan, escenario de la tragedia, se convierte en símbolo de la vulnerabilidad de las autoridades locales.
Carlos Manzo no fue solo un alcalde; era un independiente que rompía moldes y cuestionaba inercias. Su voz desafiante, su postura frente a la delincuencia y su insistencia en la transparencia lo hicieron blanco de intereses que operan en las sombras. La investigación continúa para que se sepa quién ordenó su muerte y quién se beneficia hoy del miedo impuesto en la ciudad.

La historia de su asesinato no termina en el disparo. La precisión del ataque, la fecha escogida y la exposición pública revelan que fue un mensaje planeado. El país entero observa, los medios documentan, los expertos analizan, y la ciudadanía exige que la plaza vuelva a ser de los vivos, no de quienes imponen el terror. Cada testimonio, cada video y cada dato aportará al esclarecimiento del crimen, y solo entonces se conocerán los nombres que intentan permanecer en la sombra.
El Día de Muertos en Uruapan quedará marcado para siempre. El olor a cempasúchil se mezcló con pólvora; el murmullo de las velas con gritos y sirenas. La plaza presenció la caída de un alcalde que buscaba justicia y protección para su comunidad. El desafío de responder a este crimen recae en autoridades, investigadores y ciudadanos. Porque dejar que la plaza se vacíe de vida sería ceder ante quienes usan el miedo como estrategia.
La investigación avanza con detalle quirúrgico. Los analistas cruzan información de cámaras, trayectorias de los agresores, peritajes balísticos y líneas de inteligencia financiera. Cada ángulo importa. Cada llamada y cada silencio puede delatar la verdad que el crimen intentó borrar. Mientras tanto, la ciudad no olvida, y las velas siguen encendidas, esta vez con preguntas que la brisa no logra apagar.
El mensaje es claro: no habrá impunidad automática. No habrá milagros, solo trabajo, vigilancia, insistencia periodística y acción ciudadana. Uruapan sabrá rehacerse con mercados abiertos, escuelas llenas y plazas iluminadas. El reto de esta investigación no es solo descubrir al culpable, sino devolverle a la ciudad la certeza de caminar sin miedo, de vivir sin escoltas, de preservar la memoria de quienes fueron atacados mientras cumplían con su deber.
Carlos Manzo será recordado no solo por su muerte, sino por su postura frente a la corrupción, la violencia y la impunidad. La plaza, testigo de su caída, exige respuestas claras, transparencia total y justicia a la altura del desafío. La pregunta persiste: ¿quién ordenó este crimen frente a todos y quién se beneficia hoy del miedo sembrado? La investigación sigue, y cada hilo puede llevar al primer nombre.